Más allá de las emisiones directas de gases de invernadero, toda industria tiene una serie de efectos colaterales sobre el medio ambiente y aceleran el cambio climático, que si bien no son resultado del proceso de manufactura de un producto, son daños que se relacionan con la actividad industrial y que inevitablemente ocasionan cambios en el ecosistema y utilizan gran cantidad de recursos naturales.
La industria ganadera no es la excepción, hay una serie de actividades relacionadas a la ganadería que son necesarias para la crianza y mantenimiento del ganado que ocasionan una destrucción sin precedentes en el ambiente, superando otras industrias que reciben más atención de parte de los medios informativos, políticos y activistas.
Las actividades de la ganadería no solo afectan el clima, afectan otros elementos del ecosistema, de los cuales algunos tienen una influencia más directa sobre las condiciones de vida del ser humano. El daño y destrucción de bosques, suelos y océanos, no solo tienen un fuerte impacto en los mecanismos climáticos, sino que afectan, seguramente, de manera más inmediata el modo de vida de los seres humanos, pero pasan muy desapercibidos, porque no reciben la debida atención de parte de las organizaciones ambientalistas.
El impacto colateral de la ganadería en el medio ambiente se puede separar en tres áreas: la deforestación (tala y quema de áreas verdes), la degradación de los suelos (desertización) y la contaminación de las aguas.
La deforestación
Al contrario de la creencia popular, la destrucción de bosques y regiones forestales ha disminuido en gran parte del mundo. Las campañas ambientalistas y la concientización han tenido éxito en generar oposición, a nivel político y social, ante la destrucción de estas áreas naturales.
La superficie boscosa del planeta está estimada en unos 4000 millones de hectáreas que representa un 30% del territorio de la tierra, aunque distribuido irregularmente entre territorios de diferentes naciones y, por tanto, medidas de protección efectivas dependen de regulaciones de cada uno de ellos.
Las zonas boscosas han sido víctimas de diversas actividades, como el desarrollo urbano, la industria de la madera y el papel, la minería y sin lugar a dudas de la industria ganadera. Gracias a esto, la deforestación alcanzó para la década de 1990 – 2000 la alarmante cifra de 8,9 millones de hectáreas destruidas al año, para una suma de 90 millones de hectáreas en sólo 10 años. Sin embargo, esta cifra ha ido en descenso como se mencionó anteriormente, para el periodo 2000-2010 el número aproximado de hectáreas de bosque destruido anualmente fue de 6.9 millones, siendo Sudamérica el más afectado seguido de cerca por África. Esta disminución obedece a fuertes regulaciones establecidas sobre muchas industrias que dependen del recurso, forzandolas a utilizar materia prima alternativa y protegiendo grandes sectores de bosque contra la tala y quema.
Sin embargo, uno de los sectores que permanece poco regulada es el sector ganadero, que tiene grandes libertades a la hora de disponer de zonas boscosas para la creación de pastizales para alimentar el ganado y sembradíos para granos que éstos consumen como alimento.
La mayor parte del terreno deforestado, principalmente en países tropicales, está destinado a la creación de pastizales para el ganado, mientras que un porcentaje significativo del terreno restante se utiliza para cultivos que mayormente serán usados en alimentarlo. En países de Centroamérica y Sudamérica éste es un problema mucho más grave debido a la falta de regulación que significa que la actividad prolifera de manera descontrolada. En estas condiciones los movimientos activistas tienen poca capacidad de presión en parlamentos y legislaciones en el área. Las zonas más amenazadas son Brasil y Venezuela donde, en combinación con la minería ilegal, grandes zonas de la selva amazónica son destruidas cada año.
A nivel mundial 91% de las zonas forestales eliminadas están siendo utilizadas en actividades relacionadas a la ganadería, lo que ha generado severos daños no solo al clima, por la destrucción de los pulmones naturales del planeta, privandonos de un elemento vital en el ciclo del dióxido de carbono en el planeta, sino también causan una cuantiosa e invaluable pérdida de biodiversidad en varios niveles, la deforestación es solo uno de ellos, donde se prevé que se han perdido más de 1600 especies por la destrucción de sus hábitats.
Degradación de los Suelos
La alteración intencionada de los ciclos naturales de fertilización de los suelos, es típico de la ganadería. Para la creación de pastizales o cultivos, el suelo es cubierto con múltiples químicos fertilizantes para acelerar el crecimiento de los productos vegetales. Éstos vienen cargados de nitratos y sales minerales que no corresponden al suelo de la región ni a las concentraciones naturales de nutrientes, una práctica conocida como sobrepastoreo. Ésto, si bien se consigue aumentar la producción del suelo durante un tiempo, acelera el proceso de erosión y pérdida de calidad del suelo, convirtiendo grandes extensiones en “zonas muertas” o terreno desértico, infértil y sin posibilidad de pronta recuperación.
Alrededor de 120 millones de hectáreas han sufrido el proceso conocido como desertificación, es decir pérdida total de la calidad y fertilidad del suelo, como consecuencia de las prácticas ganaderas sin supervisión, con esto se produce un fenómeno sin precedentes en la historia natural, bosques se convierten en desiertos en tiempo récord, elevando la cifra de terreno desértico infértil en la superficie terrestre a más del 25%, equivalente a 3600 millones de hectáreas.
Contaminación y Desperdicio del agua potable
El agua es el recurso más valioso del mundo, necesario para toda vida y actividad que en él se desarrolla, por tanto, el daño de la ganadería a este recurso es especialmente peligroso. Esto se nota no sólo en el problema de contaminación del agua, que es bastante fuerte, sino también en el uso desmesurado de agua potable, que hace que la actividad ganaderaa gran escala sea una pérdida importante de este vital recurso.
Para aclarar más la idea del consumo del recurso hídrico, la cantidad de agua necesaria para producir alimentos de origen animal es abrumadora cuando se compara con alimentos de origen vegetal, esto sin tomar en consideración que muchos granos y cereales se siembran para alimentar al ganado, lo que aumenta aún más el uso de agua en la producción de las carnes y derivados animales.
La carne de vaca es el producto que más gasto genera, para producir un kilogramo de carne se necesitan 15000 litros de agua, una cifra increíblemente alta, por ejemplo, una cantidad equivalente de pollo requiere de 4000 litros, mientras que alimentos de origen vegetal, como el trigo, necesita cerca de 1500 litros por kilo producido y la soya que utiliza cerca de 2000 litros por kilo.
Si bien el debate persiste sobre el valor nutricional de la proteína animal y cómo reemplazarla por un suplemento vegetal, cifras indican que el volumen de líquido vital que es usado para producir alimentos de origen animal está fuera de control. Para el 2014 el consumo aproximado de carne a nivel mundial alcanzó las 311 millones de toneladas, o sea, uno 4400 trillones de litros de agua en tan solo un año de consumo de carnes. Esta cifra representa el 65% de consumo de agua anual en el mundo, una cifra abrumadora cuando se toma en cuenta que el consumo directo humano alcanza solo el 10%, es decir 5 millones de litros anuales.
Otro aspecto importante son los desechos de la estabulación o cría de ganado en establos, la cual vive un auge con la industrialización de la actividad ganadera. Esta práctica lleva al problema del manejo de desechos orgánicos, los cuales suelen verterse en vías fluviales cercanas o peor enterrarse varios metros bajo el suelo, con lo cual no sólo se contamina el suelo, tras la acumulacion de desechos, sino que también implica la contaminación de aguas subterráneas, las cuales representan un 20% de las aguas dulces del planeta y a su vez estos desechos encuentran su camino hacia los océanos, alterando seriamente la composición de los mismos, convirtiéndose en una amenaza para los ecosistemas acuáticos sobre todo para el coral y vida vegetal.
Daños a la biosfera y a la biodiversidad
Numerosas especies se ven amenazadas a raíz de la actividad ganadera desregulada, la destrucción de los bosques tropicales y demás ecosistemas por la tala y quema para la creación de pastizales y establos. Con al velocidad actual de destrucción se estima que un 20% de las especies tropicales están en peligro y un gran número de ellas aún no han sido estudiadas con propiedad y se estima que existen innumerables especies aún sin descubrir en dichas áreas.
Otra amenaza a la diversidad se basa en la eliminación local de depredadores naturales, impulsada por ganaderos que asesinan indiscriminadamente cualquier amenaza animal natural en la región para proteger su ganado. Está de más decir que causan un desequilibrio marcado en el ecosistema que ya de antemano está fuertemente alterado por la presencia de ganado y actividad ganadera que no pertenece a dicho ecosistema.
Para entender este punto en particular es necesario recordar el papel que tienen los depredadores dentro de un ecosistema como reguladores de las poblaciones más abundantes que son su presa. Sin ellos, diferentes especies empiezan a proliferar sin control, lo que afecta el balance general del ambiente y causa daño a especies menos numerosas, pudieron terminar en la desaparición o disminución significativa de múltiples especies importantes del ecosistema.
La industria ganadera no es un problema que se limite al cambio climático, todos los elementos necesarios para nuestra supervivencia en el planeta están siendo afectados por esta actividad. A pesar de sus terribles efectos y devastador avance en las últimas dos décadas, aún pasa desapercibida como agente destructor del medio ambiente, escondida bajo las actividades industriales y mineras que, si bien tienen un efecto más inmediato en el ecosistema, están siendo reguladas y limitadas para disminuir su impacto. En cambio la actividad ganadera continúa su crecimiento apocalíptico, excusando su expansión (y daños) con el crecimiento poblacional y la propagación de un régimen alimenticio basado en la proteína animal, sin consideración alguna sobre el alto costo ambiental que dicho régimen pone sobre el planeta y nuestra supervivencia.