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martes, 13 de diciembre de 2016

La rápida e inesperada disminución de los vastos bosques boreales del mundo


El bosque boreal se extiende alrededor del globo por la parte superior del hemisferio norte, en América del Norte y Eurasia.


También conocido como la taiga o bosque de nieve, este paisaje se caracteriza por sus largos y fríos inviernos nevados. En América del Norte se extiende desde el Círculo Polar Ártico del norte de Canadá y Alaska hasta la parte más al norte de los Estados Unidos, en Idaho, Washington, Montana y Minnesota. Es el bioma más grande del mundo y representa el 30% de la cubierta forestal del planeta.
Los alces son los ungulados más grandes de la zona boreal, que han adaptado sus largas piernas para vadear por los abundantes pantanos, lagos y ríos y comer sauces, álamos y demás plantas. En el sur de los bosques boreales del norte de Minnesota, los alces habían sido muy abundantes, pero ahora su población ha caído en picado. Hace 30 años, en la parte noroeste del estado, había unos 4.000; ahora son apenas un centenar. En dicha región se han reducido de 9.000 a casi 4.300. Han disminuido tan drásticamente y tan rápido que algunos grupos quieren clasificarlos como en peligro de extinción en el Medio Oeste.
Hare and Ritchie, 1972.

El bosque boreal se extiende alrededor de la tierra por la parte superior del hemisferio norte

Los cadáveres de alce se deterioran muy rápido, antes de que puedan encontrarse, así que los forenses no han podido determinar la causa de su muerte. Algunos expertos suponen que podría deberse a decenas de miles de garrapatas que se acumulan en los animales y los debilitan. Otros piensan que es un parásito conocido como duela hepática o del hígado, o bien el hecho de que los inviernos se han vuelto tan calurosos que los animales no pueden regular su temperatura corporal y mueren de hipertermia.
Sin embargo, Dennis Murray, profesor de Ecología en la Universidad de Trent (Trent University) en Peterborough, Ontario, piensa que la muerte de alces en Minnesota y New Hampshire, y también en otros lugares, son un síntoma de algo mucho más grande, un enorme ecosistema forestal que se está reduciendo, muriendo, expuestos a otros cambios rápidos. Según él: “El bosque boreal se está desmoronando. La pregunta es, ¿qué lo reemplazará?”.
De hecho, muchos científicos están profundamente preocupados por el estado del bosque más grande del mundo. El Ártico y la región boreal se calientan el doble de rápido que otras partes del mundo. El permafrost se está descongelando e incluso quemando, incendios sin precedentes están quemando hectáreas de bosques, y los brotes de insectos han devorado un creciente número de árboles. Las zonas climáticas se están desplazando hacia el norte diez veces más rápido de lo que pueden migrar los bosques. Y, por añadidura, esto se ve agravado por el desarrollo industrial de la zona boreal, desde explotaciones forestales hasta explotaciones de petróleo y gas. El mismo fenómeno se ha observado en Rusia, Escandinavia y Finlandia.
Estas preocupantes señales de bosques en fuerte declive son la razón por la que la NASA acaba de lanzar un proyecto de investigación a gran escala llamado ABoVE (por sus siglas en inglés) —Experimento sobre la Vulnerabilidad del Ártico Boreal—, una “gran campaña de campo” con 21 proyectos sobre el terreno a realizar en la próxima década. Pero los estudios confirmarán más a fondo lo que muchos saben que ya está en marcha.
El bosque boreal se está desmoronando. La pregunta es, ¿qué lo reemplazará?, se pregunta un científico.
Anatoly Shvidenko, del International Institute for Applied Systems Analysis y coautor de un estudio sobre una investigación reciente sobre bosques boreales en la revista Science, afirma: “Probablemente los bosques boreales alcanzan un punto de inflexión este siglo. Es muy importante que nos centremos más en la mitigación del cambio climático y en la adaptación a él con respecto a estos bosques”.
Un punto de inflexión sería la madre de todos los problemas: el desenfrenado derretimiento del permafrost, uno de los ejes principales del proyecto AboVE. El permafrost de la zona boreal es más susceptible a la descongelación que la zona del Ártico, ya que está más cerca del punto de congelación. Si se produjese una descongelación a gran escala, se liberaría una gran cantidad de dióxido de carbono y metano, que ha permanecido almacenado en el suelo congelado durante miles de años, y eso supondría un mayor calentamiento y, a continuación, más descongelación, y entraríamos en un peligroso bucle. “Los científicos lo denominan retroalimentación positiva, pero la mayoría de personas lo consideran un círculo vicioso”, afirma Peter Griffith, director científico que trabaja en el proyecto ABoVE.
Murray investiga el bosque boreal desde hace 25 años, y él y sus colegas han podido observar muchos cambios de primera mano. En la Columbia Británica, el 80% de los pinos maduros de la especie boreal Pinus contorta de la provincia, han muerto recientemente a causa del escarabajo de pino de montaña, cuyo alcance y temporada se han ampliado considerablemente debido al mundo más cálido en el que vivimos ahora. La pícea blanca y negra, las principales especies de árboles de la zona boreal, también se están muriendo en grandes cantidades. “El suroeste del Yukon ofrece un aspecto considerablemente diferente al de hace 25 años, cuando hice mi máster”, nos cuenta Murray. Y añade: “Dondequiera que vayas encuentras árboles muertos”.

La pícea blanca, mostrada arriba, cerca de la autopista de Denali, en Alaska, se está muriendo en el bosque boreal.

La NASA también ha observado una gran decoloración de los bosques en sus estudios, grandes áreas de bosque con un crecimiento reducido se han vuelto de color marrón en los veranos más cálidos de lo normal, lo que contribuye a que se produzcan mayores incendios y más graves y se descongele el permafrost. “Los severos incendios quemaron casi medio metro de capa orgánica, que es la medida de la capa aislante que mantiene congelado el permafrost. Una vez retirada dicha capa, el deshielo es mucho más rápido”, explica Scott Goetz, principal científico del proyecto ABoVE.
Los incendios también han cambiado la vegetación. Según Goetz: “Cuando se retira la capa orgánica se obtienen rebrotes de hoja caduca que duran décadas. Quizá nunca vuelva a estar lleno de coníferas.”
Normalmente, cuando la pícea negra muere es reemplazada por nuevas píceas negras. “Eso ha sido así durante mucho, mucho tiempo, [pero] ya no lo es”, cuenta Murray, y añade: “Perdemos la pícea y todo lo que vive en ella, y esto es básicamente todo lo que hay en el bosque boreal. Con el lince y la liebre americana estamos observando el mismo fenómeno que hemos observado con los alces. Y los caribúes se están muriendo a un ritmo demasiado rápido. Su hábitat está retrocediendo rápidamente hacia el norte”.
La zona boreal es también el hogar de unos 5.000 millones de aves. Muchas especies también han desplazado su hábitat hacia el norte. “El cambio climático está impactando mucho más rápido de lo que pensábamos”, constata Jeff Wells, director científico de la International Boreal Campaign, que estudia las aves. Y añade: “Cambios que los investigadores creían que tendrían lugar durante cincuenta o cien años han tenido lugar en una década”.
Un modelo demuestra que se está abriendo una gran brecha en el bosque boreal entre Ontario y Quebec
Pero los cambios en sistemas tan grandes son complejos. El bosque no solo está retrocediendo hacia el norte, está muriendo en algunas partes de su interior y sobreviviendo bastante bien en otras. Un estudio del 2015 descubrió que mientras la pícea boreal del interior de Alaska está desapareciendo debido a las altas temperaturas, el mismo bosque en la costa oeste del estado está creciendo sanamente.

La muerte de las píceas, los alces y los linces así como otros cambios son los puntos que los científicos están intentando relacionar para hacerse una idea de cómo será el bosque boreal de América del Norte en el próximo medio siglo.
El inconveniente es que en un sistema tan enorme y complejo existen muchas variables que son difíciles de predecir con exactitud. Las proyecciones de cambio, por ejemplo, están basadas en los pronósticos climáticos realizados por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, que prevén un aumento de la temperatura de unos 10 grados para el 2100. Si el calentamiento se acelera o la temperatura aumenta más de lo previsto, los cambios podrían producirse mucho más rápido y ser más profundos o distintos de los pronosticados. Y muchos de los cambios simplemente podrían ser impredecibles.
Los modelos de Murray indican que se está abriendo una gran brecha en la zona boreal entre Ontario y Quebec, un agujero de unos 500 por 350 kilómetros. Básicamente dividirá la selva contigua en dos bosques independientes: uno al este y el otro al oeste, y la pícea blanca y negra desaparecerán. Así pues, esa brecha podría convertirse en una pradera o zona de vegetación de hoja caduca, el ecosistema forestal predominante en el sur de la zona boreal, en Ontario, caracterizada por el roble, el arce, nogal negro y otras especies caducifolias.
Con la desaparición de las píceas, desaparecen sus habitantes. “Predecimos que no habrá linces, ni alces ni liebres en el centro de Ontario en los años venideros”, augura Murray, y continúa: “Así que vamos a tener poblaciones muy dispersas a ambos lados.” Eso podría causar una interrupción entre las poblaciones de especies y la pérdida de diversidad genética.
Murray ha acuñado un término para la calidad desigual de los efectos del calentamiento en la zona boreal: fragmentación climática. “Puesto que se trata de una transición gradual, no será realmente boreal ni tampoco será realmente caducifolia”, explica Murray. Y concluye: “Los ecosistemas probablemente serán menos estables y se encontrarán más abiertas a los invasores”.
Los cambios en la capa de nieve ya están produciendo cambios. En algunos lugares la nieve cubre el suelo durante períodos más cortos, y las condiciones de la nieve también han cambiado. En vez de casi un metro de nieve blanda durante todo el invierno, la temperatura se eleva y funde la nieve, luego hace frío y la congela de forma compacta y la vuelve a transformar en hielo una y otra vez. En estas condiciones, el lince, que tiene unas patas gruesas y acolchadas que actúan como raquetas de facto y les permite cazar en la nieve profunda, perderá su ventaja evolutiva. Murray explica: “Afecta a su habilidad por sobrevivir. Los coyotes, por otro lado, son extremadamente adaptables y flexibles. No existían por la zona boreal hace cien años, pero ahora están allí. No están en todas partes, porque no se mueven bien en la nieve profunda, pero eso está cambiando.” Compiten con el lince aprovechándose de lo que este mata y cazan liebres y ardillas.
La zona boreal no es solo un bosque. Forma parte de la vida y la cultura de la región
La extinción de gran parte de bosque boreal podría tener repercusiones graves e impredecibles en el sistema climático mundial. Cuando los bosques de Pinus contorta de la Columbia Británica murieron, la provincia pasó de ser un sumidero de carbono a una fuente de carbono, ya que los bosques muertos liberan enormes cantidades de CO2 almacenado. Si los bosques de píceas de la zona boreal desaparecieran, también podrían alterar los sistemas climáticos liberando CO2. Como son oscuros, también absorben calor, pero si no hubiera árboles, el paisaje cubierto de nieve reflejaría mucha más energía solar hacía la atmósfera.
Saber lo que podría suceder en los próximos 50 o 60 años, y dónde, es importante para la conservación y otras estrategias. La zona boreal, especialmente en Canadá, no es solo un bosque. Forma parte de la vida y la cultura de la región. Cientos de Primeras Naciones (en inglés, First Nations) consideran la zona boreal su hogar, y dependen de ella para conseguir alimento, cazar alces y caribúes, recoger bayas y pescar. Las industrias de la madera y el papel también dependen de una zona boreal saludable.
La investigación que está llevando a cabo la NASA será de gran ayuda para determinar la forma en la que las comunidades y los administradores de las tierras en las zonas boreales podrían adaptarse a los cambios. El carnero de Dall, en el Yukón, por ejemplo, está en declive y es uno de los temas de estudio de la NASA. Los resultados se entregarán a las autoridades federales y provinciales del Canadá para que adopten decisiones sobre cuestiones que van desde la caza hasta el acceso a la gestión de la tierra.
Mientras tanto, con la esperanza de disminuir el deshielo del permafrost boreal, la Campaña Internacional de Conservación Boreal ha lanzado una “campaña por el almacenamiento del carbono en frío”. Esta iniciativa está orientada a gestionar la zona boreal de forma que se mantenga congelada tanto como sea posible, por ejemplo, dejando de construir carreteras por encima o bien creando nuevas reservas de carbono a gran escala.



En las últimas dos décadas, las autoridades de Colorado han presenciado cómo los incendios masivos durante largos meses se han convertido en un acontecimiento normal en su estado. Un vídeo de Yale Environment 360 nos muestra sobre el terreno la lucha de los bomberos de Colorado, que nos describen lo que sienten al enfrentarse continuamente a los fuegos mortales alimentados por un clima más cálido y seco.
Pero dichas medidas no pueden hacer mucho. Las verdaderas decisiones sobre el destino de las zonas boreales están en manos de la comunidad mundial. No es una buena señal que cuando me puse en contacto con la científica del Canadian Forest Service, Sylvie Gauthier, también autora principal del artículo de la revista Science que estudió las amenazas para la zona boreal, un agente de relaciones públicas me dijera que la entrevista debía ser solo a partir de “fuentes anónimas”, es decir, sin que pudiera mencionarla a ella ni a ningún superior suyo. El gobierno federal del Canadá, que actualmente debe enfrentarse a algunas de las amenazas climáticas mundiales más graves, se ha esforzado mucho por sofocar cualquier discusión sobre este tema.
Sin embargo, incluso redoblando sus esfuerzos en investigación, los científicos saben que la respuesta definitiva no se encuentra en la adaptación o en más investigaciones, sino en una rápida reducción de las emisiones globales de CO2, lo que hasta ahora no parece que haya mucha esperanza de conseguir. Griffith, de la NASA, nos cuenta que la situación le recuerda a su padre, un médico de una pequeña ciudad: “Incluso cuando el paciente ignoraba sus consejos una y otra vez, él continuaba tratando al paciente. Muchos de nosotros nos encontramos con un problema similar respecto al clima y los ecosistemas”.

Fuente: Yale environment 360

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